Mensaje
por retu » 23 May 2022, 16:54
Estoy bastante de acuerdo con Carlos y su "reflexión", y con que "hay que hacer(se) esa reflexión" (y otras); aún más en un foro como este, en el que imaginar, debatir, incluso ayudar a construir las posibles vías o los posibles escenarios futuros de nuestra afición debería ser lo que más nos congregase, más allá de anunciar los cromos y los matacromos que saca Correos cada semana.
En mi opinión (ya indicada en reflexiones anteriores convergentes con esta), yo creo que ni el correo postal ni el coleccionismo de sellos morirán nunca; siempre quedarán reductos de ello. Pero lo que sí es cierto es que morirán (o, peor: ya han muerto), como fenómenos "de masas". Hace 50 años, el 90% de la sociedad (entera: empresas, ciudadanos,..., y global; no solo en España) usaba el correo postal, y el 50-70% de la misma lo "coleccionaba" (aunque fuera primitivamente; en todas las casas se recortaban sellos o se guardaban cartas), y hoy estos números no llegan ni al 3% de la población que use hoy el correo postal (que no sea paquetería), ni al 1% que lo "coleccione".
Porque en la dialéctica que abre Carlos entre correo postal "íntimo y secreto" y formas digitales de correo (que no son "íntimas" y que pueden ser "rastreadas"), la sociedad (de nuevo, global: de Toronto a Singapur; de Toledo a Cincinatti) ya hace tiempo (30 años) que "ha vendido" la seguridad, la privacidad y la intimidad por la "velocidad" y la "comodidad". La "sociedad" se ha hecho vaga, y la "sociedad" (nosotros no tanto, pero los más jóvenes que nosotros muchísimo) "ha vendido" su alma, su cuerpo y su intimidad al diablo. Hace 30 años poner una cámara en la calle no lo soportábamos; ahora tragamos cámaras cada veinte metros. Hace 30 años que nos tocasen un pelo en un aeropuerto no lo soportábamos; hoy tragamos que nos desnuden. Hace 30 años, que alguien ya tan solo supiese, viese o conociese una intimidad nuestra nos ponía de los nervios; ya no digo que la grabasen, la fotografiasen o la expusiesen en un muro digital para miles de millones de personas. Hoy los más jóvenes cuelgan en su instagram dónde están, qué hacen, con quién se acuestan y cómo. Y no les importa que todo el mundo lo sepa.
Esto del Pegasus mismo, a nuestra generación (pienso sobre todo en nacidos en los 50 y 60 del siglo XX) nos da cosa de "espías de la Guerra Fría que te espían el teléfono", pero a la chavalería se la pela el tema.
Sí. Habrá reductos de correo postal en el futuro. Puede que incluso los de Silicom Valley lo pongan de moda para comunicaciones "no rastreables". Habrá alguna generación que lo pondrá también de moda en plan "estilo vintage" (ya está pasando con las postales antiguas). Habrá nostálgicos del ajedrez por correspondencia. Y habrá también los de la asociación de fans de Papá Noel que se mandarán cartas por Navidad y otros reductos minoritarios de "fanáticos" o "frikis" (entiéndase como que es la forma en la que la mayoría ve a los pequeños grupos minoritarios). Pero la "intimidad" ya no volverá si tiene que sacrificar la "velocidad". Y a los educados en "lo tengo todo a un golpe de click", que no sobrevivirían si tuviésemos que estar una semana sin electricidad o internet (¡ay, el día que llegue!), ni les preguntemos si prefieren mandar una carta que llega pasado mañana a algo como el whatsapp que le dan a un botón y ya está. Nosotros podríamos sobrevivir volviendo a tiempos que hemos podido pasar, con una vela o un candil y matando el tiempo con una partida de cartas. Los más jóvenes se mueren si, algo que quieren, no lo consiguen o no les contestan en menos de dos segundos.
"No preguntemos si estamos plenamente de acuerdo, tan sólo si marchamos por el mismo camino" (Goethe)